En 1795, Simón Rodríguez abandonó Venezuela, Según Amunátegui, Rodríguez
pasó un tiempo en Jamaica, dedicado al aprendizaje del idioma inglés, y allí se
hace llamar Samuel Robinson.
Entre 1797 y 1800 vive en Baltimore, Estados Unidos, donde trabaja como
cajista de imprenta. Años más tarde, utilizará los conocimientos adquiridos en
este oficio, para componer personalmente los moldes de imprenta de sus obras y
dar así claridad y exactitud al contenido de los textos. En 1800 Rodríguez
llega a Bayona, en Francia, y se registra bajo el nombre de Samuel Robinson.
Trabaja algunos días en casa de un impresor, y luego ayuda en sus
ocupaciones a un maestro de escuela llamado Destandau, en cuya casa perfecciona
sus conocimientos de francés. Al poco tiempo, imparte clases de español e
inglés. Llegará a tener un número de alumnos considerable, que quedarán muy
satisfechos de sus lecciones. En 1801,
conoce a Fray Servando Teresa de Mier, el sacerdote mexicano revolucionario y
más tarde ese mismo año, se traslada a París, donde se reúne con Mier y le
convence para que juntos abran una escuela de lengua española. El aprendizaje
de la lengua estaba de moda debido a la cesión que España había hecho a Francia
de Haití y Luisiana. Para acreditar sus conocimientos Rodríguez traduce al
castellano la novela “Atala de Chateaubriand”, a partir de la tercera edición la
traducción lleva la siguiente dedicatoria: “A la juventud de Bayona, en
Francia. Un viajero extranjero, a quien habéis acogido con tanta bondad, os
dedica Atala, traducida a una lengua que os es familiar”. La escuela de ambos americanos llega a tener
pocos discípulos, y es probable que al poco tiempo cerrara. Según la portada de
la traducción de Atalade,
En 1804 Simón Bolívar, su antiguo discípulo y viudo desde el año anterior,
llega a París procedente de Madrid en compañía de Fernando Toro. Se aloja en la
rue Viviente, y frecuenta la compañía de Rodríguez, Carlos Montúfar, Vicente
Rocafuerte, Martín Vilimil, Mariano de Tristán, Teresa de Tristán, Alejandro
Dehollain-Arnoux, Fanny Trobriand du Villars, Alejandro de Humboldt. Durante
este tiempo, Bolívar pertenece durante a una logia masónica de París, y
habitaba con su antiguo maestro en la pensión de los Pilloris, en la rue de La
Loi, número
Ese año es Napoleón es coronado emperador por el Papa Pío VII en París,
y a pesar del mito en lo contrario, parece ser que Bolívar y Rodríguez
permanecieron todo el día en su habitación, descontentos con la creciente
tendencia autoritaria de su política. Así lo señalan los testimonios,
independientes entre sí, del norteamericano Hiran Paliding y Manuel Uribe Angel, basados en el relato
oral de Bolívar y Rodríguez, respectivamente.
En la catedral de Milán, Napoleón es coronado rey de Italia por el Papa
Pío VII. Bolívar y Rodríguez se detienen en la ciudad un tiempo y luego
presencian la revista militar que preside el emperador en Montechiaro Pasan por
Venecia, y luego por Ferrara, Bolonia, Florencia y Perusa, y de ahí se dirigen
a Roma, donde permanecen una temporada. En Roma, Rodríguez y Bolívar ascienden
al Monte Sacro, donde éste jura luchar por la libertad de América el 15 de
julio.
Probablemente a comienzos de 1823 regresa a América. Llega a Cartagena,
y de allí se dirige a Bogotá. María Ronco, la esposa de Rodríguez, le escribe a
Bolívar, el 23 de agosto agradeciéndole una ayuda monetaria.
Bolívar se halla en Perú en ese momento dirigiendo las últimas campañas
de la guerra de independencia. Desde allí, le escribe el 9 de diciembre a
Francisco de Paula Santander, en Bogotá, lo siguiente: "He sabido que ha
llegado de París un amigo mío, don Simón Rodríguez; si es verdad haga usted por
él cuanto merece un sabio y un amigo mío que adoro. Es un filósofo consumado y
un patriota sin igual; es el Sócrates de Caracas, aunque en pleito con su
mujer, como el otro con Jantipa, para que no le falte nada socrático.Si puede,
que me venga a ver" Santander responde a Bolívar "A don Simón
Rodríguez le he manifestado el aprecio de usted y sus recomendaciones."
El 19 de enero 1824 Bolívar le escribe el a Rodríguez desde Pativilca,
en Perú: “!Oh mi maestro! ¡Oh mi amigo! Oh mi Robinson, usted en Colombia!
Usted en Bogotá y nada me ha dicho, nada me ha escrito. Nadie más que yo sabe
lo que usted quiere a nuestra adorada Colombia. Usted formó mi corazón para la
libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. No puede usted
figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que usted
me ha dado; no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias
que usted me ha regalado, ya que no pudo yo volar hacia usted, hágalo usted
hacia mí.") Rodríguez,
está en Bogotá, intentando montar una "Casa de industria pública",
donde se enseñe a los jóvenes un oficio mecánico, además de los conocimientos
elementales, como escribir, contar, gramática, etc. Gracias a sus esfuerzos, le
conceden el edificio llamado Hospicio, donde hace algunas reparaciones y da
clases a algunos muchachos. Necesita de dos a tres mil pesos, que espera recuperar
más tarde con el producto del trabajo de los propios estudiantes. Miguel Peña,
que en esta fecha escribe a Bolívar recomendándole el proyecto, dice: “Él goza
de buena salud, tiene robustez y una actividad superior a sus años.”
La empresa fracasará al poco tiempo por falta de apoyo económico.
Rodríguez dirá: "Santander y Umaña me comprometieron con la gente de ruana
y mostrador, y porque lo evité me dijeron que yo lo había echado todo a
perder." Bolívar le escribe a Santander el 6 de mayo: "A don Simón
Rodríguez dele usted dinero de mi parte, que yo lo pago todo, para que me venga
a ver. Yo amo a ese hombre con locura. Fue mi maestro; mi compañero de viajes,
y es un genio, un portento de gracia y talento para el que lo sabe descubrir y
apreciar con él podría yo escribir las memorias de mi vida. El es un maestro
que enseña divirtiendo, y es un amanuense que da preceptos a su dictante. El es
todo para mí. Cuando yo le conocí valía infinito. Mucho debe de haber cambiado
para que yo me engañe." Santander le presta 200 pesos a Rodríguez en
Bogotá, y Miguel Peña 1.000, para que viaje adonde esté Bolívar.
Rodríguez, quien se encuentra en Cartagena, es nombrado el 10 de junio
Comisario de Guerra de un contingente de 1.700 hombres, como medio para que se
traslade al Ecuador y se reúna luego con Bolívar. A los pocos días, la
expedición parte por mar hacia Guayaquil, vía Panamá, llega a Lima, donde es
recibido por Bolívar. O'Leary narra así el reencuentro: “Yo vi al humilde
pedagogo desmontarse a la puerta del palacio dictatorial, y en vez del brusco
rechazo, que acaso temía del centinela, halló la afectuosa recepción del amigo,
con el respeto debido a sus canas y a su antigua amistad. Bolívar le abrazó con
filial cariño y le trató con una amabilidad que revelaba la bondad de un
corazón que la prosperidad no había logrado corromper.”
Tras la recibida, el 10 de abril Bolívar, su Estado Mayor y Simón
Rodríguez, se dirigen hacia las provincias del Sur del Perú, con el fin de
consolidar la nueva administración política, organizar la educación, el reparto
de tierras entre los indios.
Bolívar y su comitiva llegan a Arequipa el 14 de mayo y allí el
Libertador "fundó escuelas públicas para niños de ambos sexos, y atendió
personalmente a la organización de estos planteles, bajo la dirección de don
Simón Rodríguez, y, a pesar de la escasez de las rentas, halló el modo de
dotarlos.
En Cuzco Bolívar empleó unos decretos que favorecen la situación de los
indios, funda dos colegios, un hospicio para huérfanos y expósitos, y una casa
para ancianos y desvalidos, y asigna al mantenimiento de éstos una buena parte
de las rentas eclesiásticas. El 26 junio, sale de la ciudad con destino a Puno
y estando en camino, le llega la noticia de que la Asamblea de Representantes
reunida en Chuquisaca el 6 de agosto, ha declarado la independencia del Alto
Perú y su constitución en un nuevo Estado, con el nombre de Bolivia y capital
en Chuquisaca.
El 9 de noviembre se aprueba un plan de educación presentado por
Rodríguez, mediante el cual, se dice, se procurarán al Estado "grandes
ventajas, instruyendo a la juventud en las primeras letras, aritmética,
álgebra, geometría, dibujo, ejercicios militares y oficios mecánicos. Es
nombrado para los cargos de "Director General de Minas, Agricultura y
Caminos Públicos", y "Director General de Enseñanza Pública, de
Ciencias Físicas, Matemáticas y de Artes" de Bolivia el 12 de noviembre, y
cada cargo está dotado con el sueldo de tres mil pesos anuales. El 18 de
noviembre se somete a examen de Rodríguez un proyecto de reglamento para el
régimen y conservación de la biblioteca pública de Chuquisaca.
Una nota de Rodríguez al Secretario de Bolívar, parece indicar que había
tensiones de poderes. Dice así el 20 de noviembre: "Me felicito ya de
tener en lo sucesivo con quien consultar mis dudas para el mejor desempeño de
mi comisión". En Chuquisaca el 11 de diciembre, Bolívar expide varios decretos
tal vez inspirados por Rodríguez, en los que se da prioridad a la educación
entre los fines del gobierno; se señalan las atribuciones y rentas inherentes
al cargo de director general de enseñanza pública; se dotan y amplían las
cátedras en los seminarios ya existentes; se fundan colegios en cada
departamento, y escuelas primarias en las capitales de provincia; se recogen
los niños desamparados. Años más tarde, escribirá Rodríguez: " informándoles
que Bolívar expidió un decreto para que se recogiesen los niños pobres de ambos
sexos, los niños se habían de recoger en casas cómodas y aseadas, con piezas
destinadas a talleres, y éstos surtidos de instrumentos, y dirigidos por buenos
maestros". Las reformas comprenden asimismo aspectos económicos. Añade Rodríguez:
"A mi propuesta se creó un fondo de 15 millones de pesos con sus créditos
al 5 por ciento (750.000 pesos anuales) para empezar la magna obra de la
Libertad Civil.”
Rodríguez funda la "Escuela Modelo de Chuquisaca" el 26 de
enero y otras semejantes debían crearse en cada departamento del país. Sobre la
escuela dirá: "En menos de 4 meses reunió la casa de Chuquisaca más de 200
niños, cerca de 50 pobres, y 20 jóvenes de diferentes partes que aprendían para
propagar la instrucción en otras ciudades. A la salida del Director (Rodríguez)
para Cochabamba, dejó una lista de cerca de 700 niños pretendientes a los
primeros lugares que se diesen".
El proyecto completo abarca, además, la instrucción de mujeres, la
dotación de empleos para los padres de los niños recogidos, el cultivo de las
tierras baldías, la atención preferente a la población indígena, etc.
Según el testimonio de A. Uribe, Rodríguez se expresó así: "Mi gran
proyecto por entonces consistía en poner en práctica un plan bastante meditado
que estriba en colonizar la América con sus propios habitantes, para evitar lo
que temo acontezca un día; es decir, que la invasión repentina de inmigrantes
europeos más inteligentes que nuestro pueblo actual, venga a avasallarlo de
nuevo y a tiranizarlo de un modo más cruel que el del antiguo sistema español.
Yo quería rehabilitar la raza indígena y evitar su extinción completa.”
Simón Rodríguez se dirige a Cochabamba por orden de Sucre, para crear
allí una escuela semejante a la instalada en Chuquisaca. Durante su ausencia,
Sucre ordena clausurar este último establecimiento. Rodríguez dirá: "Los
clérigos y los abogados viejos se apoderaron de Sucre, le hicieron echar a la
calle más de dos mil niños que yo tenía matriculados y cerca de mil
recogidos."
Debido a esto, Simón Rodríguez renuncia hacia el mes de junio o
comienzos de julio a los cargos que ocupaba y solicita su pasaporte. Explicará
así su conducta: "Todo lo soporté; pero no pude sufrir la desaprobación
del Gobierno, y mucho menos el que me reprendiesen en público. Yo me había ofrecido
a concurrir con mis conocimientos y con mi persona a la creación de un Estado,
no a someterme a formulillas, providencillas ni decretillos.”
Por su parte, el general y presidente de Bolivia, Antonio Jose de Sucre,
expresa en sus cartas a Bolívar numerosas críticas a la gestión de Rodríguez.
Entre otras cosas, dice: Considero a don Samuel un hombre muy instruido,
benéfico cual nadie, desinteresado hasta lo sumo y bueno por carácter y por
sistema; pero lo considero también con una cabeza alborotada, con ideas
extravagantes y con incapacidad para desempeñar el puesto que tiene.”
En su primera carta a Bolívar tras su renuncia el 15 de julio de 1826,
Rodríguez le escribe desde Chuquisaca: "quiero dejarlo en libertad para
que piense lo que le parezca sobre la renuncia que he hecho del encargo que me
hizo. Las explicaciones tienen siempre el aire de chisme, sobre todo cuando se
hacen de lejos sáqueme usted de aquí,
enviándome con qué irme: lo que había guardado para mí, lo he gastado con los
muchachos".
Rodríguez nunca recibió respuesta de Bolívar y años más tarde dirá:
"el señor Luna Pizarro, entonces político, ahora Arzobispo en Lima, y
siempre enemigo del zambo Don Simón, me interceptaba las cartas que Bolívar me
enviaba, por mano del señor General Intendente de Guayaquil, en aquel
tiempo".
Los chismes acerca de la supuesta locura e inmoralidad de Rodríguez
tenían probablemente un trasfondo político. Rodríguez escribirá más tarde:
"No se niega que algunos habrían perdido en la mudanza. Los burros, los
bueyes, las ovejas, y las gallinas pertenecerían a sus dueños, los caballeros
de las ciudades no encargarían indiecitos a los curas, y como no vendrían, los
arrieros no los venderían en el camino... lo demás lo saben los
hacendados." Desde Chuquisaca, Rodríguez le escribe al general Bartolomé
Salom, a Lima, lo siguiente el 4 de septiembre: "No tengo un cuarto y
estoy viviendo de prestado; comprometido con una Casa, con un asistente y otras
cosillas que no me permiten moverme sin pagar".
El 30 de septiembre de 1827, le escribe a Bolívar desde Oruro,
reiterándole su amistad y explicándole las razones del fracaso del proyecto
educativo en Bolivia. Informa que ha contraído deudas por valor de 3.200 pesos,
con el fin de mantenerse y satisfacer los compromisos adquiridos durante el
ejercicio de su cargo. Ha rechazado una oferta de trabajo en México y dos en
Perú, estas últimas debido a la tendencia antibolivariana del gobierno. Añade:
"Sucre y otros me han dicho muchas veces que reclame el sueldo por el
tiempo que serví; y yo les he respondido que usted no me había traído consigo para
darme títulos ni rentas, no he querido tomar ni un real si usted me envía con
qué pagar y viajar me iré; si no, me pondrán preso, me soltarán para que
trabaje y pague, y la suerte hará el resto.
Su suerte cambiara hacia septiembre de 1828, cuando tras llegar a
Arequipa y establecer una modestísima fábrica de velas, a los pocos días se le
presenta un grupo de padres de familia que solicitan que instruya a sus hijos.
Tras conseguir la necesaria licencia, Rodríguez abre una escuela.
En esta ciudad, publicará ese año su primera obra, titulada “Sociedades
Americanas en 1828, cómo serán y cómo podrán ser en los siglos venideros”. En
realidad, se trata del plan general de una obra homónima en preparación, y por
eso lleva el subtítulo de “Pródromo”. Contiene una defensa del derecho de cada
persona a recibir educación, señala la importancia de ésta para el desarrollo
político y social de los nuevos estados latinoamericanos. Sobre ella dirá
Rodríguez: "Desde el año 23 empecé a proponer verbalmente, medios de
aprovechar de las lecciones que dan los trastornos políticos para evitarlos en
lo futuro. Temiendo que otro se
apareciese primero en público, hice imprimir el Pródomo de mi obra el año 28.” La primera parte de esta edición fue reimpresa
en El Mercurio Peruanoal año siguiente, y continuada en El Mercurio de
Valparaíso, en noviembre y diciembre de 1829. Como el resto de sus obras, ésta
tendrá una escasísima acogida.
Hacia febrero o marzo de 1831 Simón Rodríguez llega a Lima. Alli publica, un folleto que contiene el plan
general de la obra Sociedades Americanas en 1828, cuyo "Pródromo"
había aparecido en Arequipa en 1828. Dicho opúsculo tiene por objeto ayudar a
recaudar suscripciones para editar la obra completa por entregas. Sin embargo,
no se reunirán suficientes colaboraciones y la obra quedará inédita en su mayor
parte.
En 1832 en medio de gran pobreza, vive en Lima, donde enseña a un grupo
de 6 niños. El 10 de marzo le escribe a Francisco de Paula Otero: "Usted
sabe que yo no he abierto (una escuela) no porque me disguste enseñar, sino de
miedo a los buenos cristianos". Reside un tiempo en la población de Huacho,
y un doctor -Pedro José Flores-le ofrece la dirección de los trabajos del
acueducto de Ayacucho, pero rechaza la oferta, en favor de una invitación para
enseñar que le ha sido propuesta desde Concepción, en Chile, donde llega tras
una travesía por mar hasta Valparaíso el 13 de marzo. Ha sido invitado por el
intendente de la ciudad, José Antonio Alemparte, para que lleve adelante
"el mejor plan posible de educación científica", en el
"Instituto Literario de Concepción."
Es nombrado "preceptor de la instrucción primaria y director de los
ramos literarios" en el Instituto de Concepción el 6 de abril, con el
sueldo de mil pesos anuales. Allí mejorará el mobiliario escolar e introducirá
material didáctico semejante al empleado en las escuelas europeas. Un alumno de
la época dice de Rodríguez lo siguiente: "Su idea fija era la propagación
de las luces y virtudes sociales. Creía imposible entrar en reformas sociales
sin incomunicar una nueva generación, de las sociedades corrompidas y
corruptoras. Y José Victorino Lastarria escribe: "Se decía que en su
escuela de Concepción y en la que tuvo después en Valparaíso, enseñaba,
juntamente con los rudimentos de instrucción primaria, la fabricación de
ladrillos, de adobes, de velas, y otras obras de economía doméstica; pero que
la educación que impartía estaba muy lejos de conformarse a las creencias,
usos, moralidad y urbanidad de la sociedad en que ejercía su magisterio. Además
de dedicarse a la enseñanza, Rodríguez era miembro de una "Junta
Provincial de Estudio", encargada de informar del estado de la educación
en la zona y proponer las mejoras convenientes. Cesa en su cargo de Director
General de los ramos literarios del Instituto de Concepción, pero continúa al
frente de la escuela primaria, sin modificársele la asignación, y así a lo
largo de todo el año siguiente.
En 1834, bajo el patrocinio de Alemparte, publica en la imprenta del
instituto la obra “Luces y Virtudes Sociales”. Contiene un prólogo, que
denomina "Galeato", en el que replica a las impugnaciones formuladas
contra el "Pródromo"; el plan general de Sociedades Americanas en
1828 ya publicado en Lima en 1831; y la introducción a la cuarta parte de esta
obra, que trata de los "medios y métodos de la reforma" educacional.
Un terremoto asola la ciudad de Concepción en 1835, y la escuela donde
da clases Rodríguez queda completamente destruida. A pesar de ello, continuará
dando lecciones en su domicilio, a un grupo de jóvenes. Es nombrado miembro de
una comisión encargada de informar sobre los daños causados por el terremoto el
20 de marzo y el informe es presentado el 13 de agosto y lo firman Rodríguez,
Ambrosio Lozier y Juan José Arteaga.
En 1844 se reúne en Latacunga con un grupo de vecinos para formar una
renta con las cuotas mensuales suscritas por los ciudadanos interesados
"con el fin de detener en esta villa al señor Simón Rodríguez y encargarle
la enseñanza de la Agricultura y otros ramos." Y el 1 de febrero comienza
a impartir clases en el Colegio Vicente León, cuyo rector es el clérigo Rafael
María Vásquez, un protector suyo. Por esta época propone que el colegio invierta
sus fondos en fincas rurales. Es probable que a los dos meses interrumpiera sus
lecciones, pues para entonces se informa que, habiendo fracasado la suscripción
de los vecinos de Latacunga, la Junta se ha visto obligada a abonarle de fondos
propios el sueldo. Vásquez, Juan José Flores e Isidoro Barriga contribuyeron
probablemente a aumentar la modesta dotación de la Junta. Según Monge,
Rodríguez fundó luego una pequeña fábrica de pólvora, y escribió un tratado
sobre el tema, en el que también se refería a la educación.
El 28 de febrero Simón Rodríguez muere en Amotape, poco después de las
once de la noche, y es sepultado el 1 de marzo. El acta de defunción, dice así:
"Año del Señor de mil ochocientos cincuenta y cuatro, a primero de marzo,
yo don Santiago Sánchez, presbítero, cura propio de la parroquia de San Nicolás
de Amotape: en su santa iglesia di sepultura eclesiástica al cuerpo difunto de
don Simón Rodríguez, casta de español, como de edad de noventa años al parecer,
el que se confesó en su entero conocimiento y dijo, fue casado dos veces y que
era hijo de Caracas, y la última mujer finada se llamó Manuela Gómez, hija de
Bolivia, y que sólo dejaba un hijo que se llama José Rodríguez; éste recibió
todos los santos sacramentos y se enterró de mayor, para que conste firmo.
Santiago Sánchez.
Los dos cajones de papeles y libros que llevaba consigo Rodríguez en el
momento de fallecer, quedaron, según se cree, en Guayaquil. Parece ser que la
mayor parte de los manuscritos habían sido recogidos y ordenados por Alcides
Destruge, y se perdieron en el incendio ocurrido en dicha ciudad entre el 5 y
el 7 de octubre de 1896.
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